El amor, esa trampa mortal.


Que el hombre sea un ser social significa para mí que dicha característica se le impone como una condición sine qua non frente al objetivo último de alcanzar su felicidad. Es decir, no puedo ser feliz sin la existencia de los demás y sin mi entrega a ellos. Soy tajante en esto y esa taxatividad hasta a mí mismo me coloca en una posición de rebeldía frente a lo que opino. Pero por más que lucho contra esta idea, se me impone la realidad.

En el tema del amor, la caridad, dilección, filantropía o como queramos llamarlo, hay una pequeña trampa: «Creemos que tenemos lo que los demás nos dan». Es ésta una trampa mortal que hace que juzguemos nuestra felicidad por lo que nos quieren. Sentirnos queridos nos hace dichosos, pero no nos proporciona la felicidad.

El amor es un camino de una sola dirección, que no debiera reparar en correspondencias.

SÓLO TENEMOS LO QUE DAMOS. Los sacrificios de los demás por nosotros forman parte de su vida y son de su propiedad. El cariño, la atención, la dulzura, el amor, la escucha, el detalle, la ternura, la compasión, la solidaridad, la amabilidad, la amistad,… no son objetos que se dan y cambian de dueño o propietario, sino que permanecen en el corazón de quien se da a sí mismo, contribuyendo a su propia felicidad. Sólo serán nuestros cuando hayan nacido y crecido con nosotros, en nuestras entrañas, desde nuestro dolor (arrancado éste de librar batallas contra la natural inclinación al egoísmo).

Éste es el camino y éstas las piedras de que se compone: pedazos de nosotros mismos entregados a los demás.

Es difícil de entender, pero el amor que tengo es el que yo doy, no el que yo recibo. Por lo tanto, la palabra ‘dar’ -para mí- está mal utilizada en estos términos. De acuerdo con esto, el amor no se da, no se comparte, no se ofrece. El amor se sufre, se padece,… ¡No, no hablo de sentimientos! -que también. El amor se practica, se ejercita, se tiene. El amor se funde y se confunde con nuestras metas y propósitos. El amor obsesiona al amante y no al amado.

Quisiera entender, repito, todo lo contrario a lo que estoy diciendo. Quisiera sentirme grande cuando veo, siento y hasta palpo el amor de mis padres, de mi mujer, de mi hija, de mis amigos, de mis compañeros,… sentirme el rey, sentir ese poder y esa fuerza que despierta el verse amado. Y lo peor es que lo hago, soy dichoso con ello. Pero mis castillos se sostienen en pilares de sal y pilares de arena.

Sentirse amado te da seguridad, satisfacción, plenitud, ganas de vivir. Amar, sin embargo, es una locura. Es malgastar tu única moneda (la libertad) en algo que no te reportará beneficios. Es dolor, es angustia, es sed. Es obsesión, es duda, es sinvivir. Es ansiedad. Es la noche oscura del alma. Pero el amor es lo único que tiene poder para despedazar uno a uno los límites de la (in)felicidad.

No vale preguntarse a quién amar ni quién se lo merece. Sería seguir sin entender nada. La única pregunta es si soy capaz de amar y si estoy dispuesto a ello.

4 Responses to El amor, esa trampa mortal.

  1. diacoper dice:

    Santo Tomás de Aquino decía: que el amor es una PASSIO. Es decir, una pasión que se sufre el uno hacia el otro. El amor es un don que Dios regala al hombre, y éste a su vez debe regalar al otro. En el amor va implícito mi yo, por lo tanto todo mi ser.

    Un abrazo Manolo

  2. poderosorey dice:

    hola manuel me encanta tu blog, es presioso, este articulo del amor es muy bueno si amigo, decirte que Dios nos hizo para dar y n o para recibir, somos dichosos o bienaventurados cuando damos todo lo que tenemios hacia los demas, porque para eso nos hizo Dios, echos a su semejanza, damos, damos, damos y recibimos el premio de Dios no de los hombres, porque el que da el amor es Dios, y dijo amaos los unos a los otros como yo os he amado palabras de Jesus. boy a puntar en favoritos este blog, merece la pena, te invito a visitar mi web http://www.poderosorey.com un saludo y hasta otro dia,,,,,

  3. lolivalde73@gmail.com dice:

    que tierno ,me gusta mucho

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